Agencia TSS – El miércoles, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de coronavirus y extremó las prevenciones en un gran número de países. El primer caso de esta enfermedad se conoció el 12 diciembre del año pasado y tres meses más tarde ya está extendido de manera generalizada en gran parte del mundo. Una de las características más importante de esta nueva enfermedad es su gran capacidad de contagio, lo que puede conducir a la saturación de los sistemas de salud si su expansión no puede ser controlada. Por lo tanto, las barreras sanitarias y la generación de conocimiento sobre cómo evitar su propagación se han vuelto una prioridad mundial.
La producción científica tiene otra velocidad: la publicación de descubrimientos científicos suele hacer un largo recorrido antes de publicación. La presentación de un paper a una revista especializada puede implicar un proceso de revisión por pares que puede llevar de seis meses a dos años, durante los cuales puede que haya que repetir experimentos o ahondar en algunas aristas del tema.
La acelerada expansión del coronavirus impulsó iniciativas en muchos laboratorios y liberó financiamiento para generar una producción de conocimiento urgente que permita detener la pandemia lo antes posible. Esto derivó en resultados en tiempo récord, como la secuenciación de su genoma en solo 11 días por parte del Centro Nacional de Datos Genómicos de China (NGDC, por sus siglas en inglés). Ese genoma fue publicado en forma abierta para que científicos de todo el mundo pudieran usarlo como insumo para investigaciones y se lo pudiera comparar con el de virus ya conocidos como el SARS y el MERS, lo que permitió conocer más sobre sus formas de transmisión y posibles métodos de detección. El 14 de enero pasado se publicó un trabajo sobre cómo se transmite este virus y el tiempo de revisión de pares pasó de los seis meses que suele tomar como mínimo a solo dos días. Esto posibilitó que se tomaran medidas urgentes en China y en el resto del mundo.
Setenta organizaciones científicas, entre las que se incluyen revistas especializadas como Nature y Cell, que generalmente cobran una suscripción para acceder a los trabajos científicos que publican, acordaron publicar los artículos sobre coronavirus de manera abierta para que cualquiera pueda acceder a ellos. Diego Álvarez, virólogo e investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IBB) de la UNSAM, le dijo a TSS: “El hecho de que las revistas hayan liberado toda la información sobre coronavirus es importante porque todo lo que se pueda hacer en materia de prevención, diagnóstico y tratamiento va a estar basado en los datos que se vayan aportando a través de artículos científicos. Es un buen recurso para poder llegar a una política de intervención lo más pronto posible”.
También cobra una importancia mayor el sistema de pre-print, es decir, la publicación de trabajos científicos de manera abierta antes de que tengan la revisión de pares, para acelerar los tiempos de difusión del conocimiento. Si bien este tipo de trabajos deben ser tomados como información preliminar, y en algunos casos son dados de baja porque la revisión hecha por lectores encuentra fallas metodológicas, son una herramienta de relevancia en tiempos de emergencia sanitaria. Este tipo de prácticas ya había sido implementada durante las epidemias de SARS, en 2002, y de gripe A, en 2009, pero la evolución de las tecnologías de la información en estos años ha permitido un salto que las hace protagonistas.
Mariano Fressoli, investigador del CONICET y del CENIT en la Escuela de Economía y Negocios (EEYN) de la UNSAM, y especialista en ciencia abierta, observó: “Por ejemplo, BioRxiv, que es un archivo de pre-print, no existía hace cuatro o cinco años. Esta plataforma permite que se puedan hacer esas publicaciones previas y no tener que esperar a que salga la versión con referato. Es un momento en que se necesita producir conocimiento de manera acelerada y lo mejor para esto es hacerlo de manera abierta y colaborativa. Son conocimientos muy específicos y puede haber riesgos, pero, al igual que sucede con los casos de ciencia ciudadana, si hay más gente mirando el objeto, los datos, los métodos o cualquier elemento de la investigación, va a ser más fácil que se descubra qué es lo que está mal. En un caso como el del coronavirus es un problema mayor la tendencia a no publicar los datos. Tener acceso a todo el rango de elementos de la investigación científica mejora la investigación”.
El genoma del coronavirus está disponible en Internet y en BioRxiv hay 430 trabajos sobre el tema. Fressoli sostuvo: “Nos parece que es un ejemplo del potencial de la ciencia abierta para resolver problemas. Las crisis son interesantes porque hay que tomar acciones mucho más rápido y hasta más arriesgadas, y eso implica sacudir un poco la inercia institucional. Se está convirtiendo en un caso ejemplar de cómo acelerar el conocimiento y los procesos para obtener el genoma, conseguir una vacuna y conocer más sobre una enfermedad. La apertura siempre conlleva riesgos pero la pregunta que hay que hacerse es si los riesgos de que algo salga mal son mayores a los riesgos de no resolver el problema. Hay herramientas de ciencia abierta o ciencia ciudadana que tienen 700.000 colaboradores y abarcan varios países, varias disciplinas”.
Para Álvarez, la decisión de permitir la revisión rápida no afectó la calidad: “Estuve mirando algunos papers sobre coronavirus y la primera impresión es que las revistas en las que siempre se mantuvo la rigurosidad esto no cambió, considero que los procesos de revisión rápidos no van en contra de la calidad de los trabajos que se publican. En el caso de los pre-prints es distinto, no tienen revisión. Ahí uno sube lo que quiere y pone en juego su prestigio”.
El éxito de estas herramientas también está generando reflexiones sobre el funcionamiento de la construcción del conocimiento científico en el mundo. Las publicaciones con referato suelen cobrar el acceso, la publicación y tienen el poder de decidir qué temas son publicables y cuáles no. Fressoli aseguró: “Las revistas científicas corresponden a un modelo de producción de conocimiento del siglo XVIII, al nacimiento de la imprenta. En este siglo tenemos herramientas para producir, compartir y distribuir conocimiento de forma mucho más eficiente. Hay ciertas prácticas que no están adecuadas a las herramientas tecnológicas que tenemos y hay una tensión ahí”.
Álvarez consideró que “el sistema de revisión por pares en líneas generales funciona bastante bien pero la cuestión de tener que pagar para publicar limita mucho a los países que tienen menos acceso a los recursos. En definitiva, lo que termina pasando en lugares como la Argentina es que uno termina eligiendo en qué revista va a publicar en función de lo que cuesta o directamente uno publica en revistas que publican gratis los artículos”.
Desde 2013, en la Argentina está vigente la Ley de Repositorios Digitales de Acceso Abierto, que obliga a las investigaciones científicas solventadas con dinero público a publicar sus artículos y conjuntos de datos, y que actualmente tiene más de 250.000 publicaciones.
Fuente: UNSAM