Guillermina Actis, integrante del equipo que lleva adelante la acción de investigación e innovación sobre Justicia Ambiental en la Cuenca Matanza-Riachuelo en el marco del proyecto global CoAct (“CoAct Co-diseñando Ciencia Social Ciudadana para la Acción Colectiva: Justicia Ambiental en el Riachuelo”), y miembro del equipo de co-organiza el Tercer Congreso de Ciencia Abierta y Ciencia Ciudadana de Argentina, participó de una entrevista sobre ciencia ciudadana en el ciclo de conversatorios organizado por la Red de Universidades Argentinas para la Gestión Ambiental y la Inclusión Social (UAGAIS). Publicamos un extracto del diálogo con Natalia Collm, decana de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral. La charla puede verse completa aquí.
NC: ¿Qué es la ciencia ciudadana? Y de paso, ¿nos podés contar de algunos ejemplos de proyectos en Argentina?
GA: Desde nuestro centro de investigaciones venimos trabajando en temáticas de ciencia y tecnología y nuevos sistemas de investigación, y ya desde hace varios años estamos estudiando iniciativas que en general se vinculan con la apertura y la colaboración como los principios fundamentales de la práctica científica. En este sentido, la ciencia ciudadana es uno de los términos que se utilizan dentro de esta idea más general de lo que sería la ciencia abierta, que como mencionaba, impulsa la apertura y la colaboración en todas las etapas del ciclo de investigación. En particular, la ciencia ciudadana como enfoque tiene esta propuesta o posibilidad de incorporar a los miembros del público general en las actividades de investigación.
Originalmente es un término que se produce de manera bastante paralela entre investigadores de Europa y de Estados Unidos en los años noventa. Se entiende en general en la literatura que hay dos propuestas. Una impulsa una lógica más productivista podríamos decir; se enfoca en la posibilidad de que con la ciencia ciudadana se amplíen los recursos que están disponibles para realizar investigación, sobre todo a partir de la incorporación de tecnologías de la información y la comunicación. Es decir, a partir de la digitalización que atraviesa en líneas generales la ciencia, que permite que con la incorporación de estas tecnologías nuevos actores, sobre todo de la sociedad civil, se puedan incorporar a proyectos que requieren sobre todo la producción de datos masivos para su análisis, o incluso de las capacidades de más personas para producir ese análisis sobre los datos de investigación.
Pero también hay otro enfoque, que es complementario. No significa que sean contradictorios en sí mismos, sino que, al contrario, se busca unir estas dos visiones. Surge con la propuesta de una visión más democratizante de la ciencia y la tecnología, y en particular con el rol que tienen las comunidades locales; sobre todo en la producción de conocimiento, en la interpretación de los datos o del conocimiento científico para producir transformaciones sociales sobre realidades que son en algún sentido problemáticas para estos actores. En este sentido, la ciencia ciudadana trae esta posibilidad de incorporar a otros actores; hay otros enfoques también que lo proponen, como el de la extensión o el de la investigación-acción participativa. Hay muchas posibilidades de incorporar la participación ciudadana, pero en el caso de la ciencia ciudadana el foco está en producir resultados de investigación que se incorporan al plano de la comunidad científica o académica, pero que tienen una intervención directa desde la ciudadanía.
En el caso local, viene avanzando en los últimos años la incorporación de la ciencia ciudadana en muchos proyectos. Podemos nombrar por ejemplo, en el caso de Argentina, la comunidad (para no decir que es únicamente un grupo de académicos o científicos, sino hablar de esta comunidad de productores de conocimiento) que es AppEAR, en torno a una aplicación y una plataforma web que buscan generar datos sobre ambientes acuáticos. También en relación a cuestiones ambientales están las aplicaciones y las plataformas de GeoVin, que produce información y datos sobre la presencia de vinchucas en el territorio argentino, vinculado a la enfermedad del Chagas, y CazaMosquitos, que también produce información y busca la interacción con la ciudadanía sobre la presencia del mosquito que produce la enfermedad del dengue.
En este sentido todos estos proyectos también tienen no solo esta dimensión que mencionábamos, más productivista, de incorporar otros recursos a la producción de conocimiento, sino que también tienen enfoques muy fuertes en la educación, en la generación de otras capacidades y la interacción con las comunidades locales, para justamente poder llevar ese conocimiento al territorio pero también producirlo de manera conjunta, con foco en la educación ambiental.
NC: Esto que decís creo que ayuda a entusiasmar a las personas a querer empezar o a vincularse a proyectos de ciencia ciudadana. Y este vínculo hace que uno sienta que la investigación no es solo algo de académicos, sino que los actores sociales también son parte activa de esa generación de conocimiento. Me parece súper rico esto de democratizar la ciencia.
En segundo lugar te quería preguntar por el caso de CoAct, ¿cómo se hace? ¿Qué es el codiseño? Sería interesante conocer cómo es el co-diseño para las diferentes etapas, a quiénes involucra, y cómo es la metodología de trabajo.
GA: Bueno, esa pregunta es la que teníamos desde el Centro de Investigaciones para la Transformación desde hace varios años. Veníamos estudiando la ciencia abierta y la ciencia ciudadana, viendo todas estas iniciativas, pero claramente también con un interés proactivo en ser parte de estas nuevas formas de producir conocimiento y de las discusiones que se dan también. Dentro de este campo que poco a poco se va institucionalizando, tenemos varios ejemplos locales. A nivel internacional también tiene un alcance de una década al menos, de un movimiento también de las políticas de los organismos financiadores y de las instancias gubernamentales, que reconocen este enfoque como potencial para la apertura y para generar conocimiento más orientado a las necesidades bastante acuciantes que se plantean en el área política. La ciencia ciudadana ambiental es la que en general más avances tiene.
Desde CENIT nos hacíamos esa misma pregunta y surgió la posibilidad de este proyecto que es CoAct. CENIT forma parte de este consorcio de organizaciones que incluyen no solamente universidades o instituciones académicas, sino también de la sociedad civil y no gubernamentales, y otros grupos que trabajan con enfoques asociados a la apertura de datos para la ciudadanía, la comunicación e innovación abierta. CENIT participa de este consorcio con el desarrollo de un caso de ciencia ciudadana en la Cuenca Matanza-Riachuelo, asociado a la problemática de justicia ambiental. En particular nuestro aliado que está llevando adelante la acción en Riachuelo con nosotrxs es la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). A nivel local vienen trabajando en Justicia Ambiental desde hace muchos años, avanzando desde la comunidad misma en la producción de información, y en la búsqueda de la ampliación del acceso a esa información que se produce en torno a esta problemática. Entonces, en base a un antecedente del trabajo que venía desarrollando FARN, que fue la plataforma “¿Qué Pasa Riachuelo?” con la que buscaban monitorear y mostrar un poco cuáles eran los problemas en la cuenca, y la forma en la que esa producción de datos por parte de la ciudadanía había impactado en fomentar la apertura de información de parte del organismo público que lleva adelante la política de saneamiento1, ACUMAR, se buscó esta alianza para continuar avanzando en esta línea, ya con un enfoque más estructurado como ciencia ciudadana.
Entonces empezamos con un proyecto que tuvo toda una primera etapa en el contexto de la pandemia, con lo cual muchas de las actividades que iban implicar presencialidad y desarrollo de mapeos colectivos, por ejemplo, lo transformamos en talleres virtuales. Y en esa instancia descubrimos también todo el potencial de estas herramientas digitales y de las tecnologías de la información y la comunicación, que también nos parecen a veces bastante distantes las realidades de los casos en el exterior o para disciplinas más estructuradas (que es donde tiene más trayectoria la ciencia ciudadana por el tipo de producción de información o de datos, que suele ser más estandarizado). El desafío era traer la ciencia ciudadana a una investigación con una orientación y una participación también de disciplinas de las ciencias sociales, que son las que trabajamos desde CENIT.
Desde este sentido el proyecto CoAct global es, en líneas generales, una propuesta de interdisciplinariedad con el avance de la ciencia ciudadana en las ciencias sociales. Buscamos observar cómo se pueden aplicar estas metodologías participativas que abundan en las ciencias sociales con un enfoque de ciencia ciudadana, y por el otro lado también aplicar esta perspectiva interinstitucional que por ahí se conoce más desde otros enfoques como el extensionismo, pero que por ahí en la producción más académica de conocimiento científico no está tan aceitada. Entonces CoAct pone sobre la mesa metodologías que vienen de distintas disciplinas, en conjunto con actores que no son únicamente académicos.
La organización del proyecto es en etapas. La primera etapa fue la de preparación de esa investigación en instancias de entrevistas y de talleres participativos con actores de la comunidad, pero no solo de la comunidad local de la Cuenca Matanza-Riachuelo; también personas que estaban trabajando en cuestiones asociadas a la Justicia Ambiental y con las que esta organización tenía contacto, y del ámbito académico, con expertos que vienen trabajando este tema desde distintas perspectivas y disciplinas desde hace muchos años. Y a partir de eso se pensaron cuáles eran los temas prioritarios y los problemas que emergieron como una continuidad para trabajar en el desarrollo de una plataforma, que es el objetivo de este caso local: desarrollar una plataforma de ciencia ciudadana donde se puedan producir datos que reflejen un poco el enfoque que tienen las comunidades locales sobre estos problemas. Ese fue el trabajo que realizamos durante todo el 2020. En este año (2021) comenzamos con las actividades asociadas al co-diseño de esta plataforma. El año que viene (2022) haremos la implementación de esta investigación. Esto implica la recolección de los datos y la producción de interpretaciones sobre ellos a partir de esta plataforma.
NC: Es interesante esto de que el co-diseño y el trabajo con los ciudadanos viene desde antes de armar la plataforma, y ahora están avanzando en el armado de esa plataforma. Entiendo que esa plataforma después va a poder visualizar lo que están haciendo y además ayudar y colaborar para seguir co-diseñando y trabajando en equipo con los ciudadanos. Una pregunta me surge al escucharte, porque es muy complejo, hay muchos actores trabajando en este tema: no solo diferentes instituciones, ciudadanos y miembros de la comunidades que están inmersos en la problemática sino también el ámbito académico en muchas disciplinas. ¿Recordás algunas disciplinas académicas que pudieron aportar a este trabajo?
GA: Sí. La plataforma tiene tres temáticas en las que estamos desarrollando estos talleres de co-diseño para pensarla, para pensar en definitiva qué datos van a ser recolectados, y los instrumentos que se utilizarán en esa recolección. Interactuamos para cada área temática con distintos investigadores que han participado de los talleres, o de entrevistas particulares siguiendo un poco el proceso. En el caso por ejemplo de calidad de agua, estuvimos trabajando con investigadores de las ciencias sociales, del campo de la sociología, que venían abordando la cuestión del acceso por ejemplo desde una perspectiva sociológica, o de la ecología política incluso. Y después de manera también más rutinaria con investigadores del área de hidrología por ejemplo, o ingenieros, que han trabajado en la recolección de datos o en el monitoreo de algunas variables a través de ACUMAR, y que son quienes pueden contribuir a pensar cómo los datos existentes también pueden ser parte de esta investigación. Porque muchas veces la cuestión no es seguir produciendo información, sino tratar de entender los datos que están disponibles, cómo se pueden complementar con una visión desde la ciudadanía, y la plataforma también tiene ese propósito. Es parte de lo que se discute en los talleres de co-diseño: al pensar en la información a producir también ponemos sobre la mesa cuál es la información que está disponible. También discutimos de qué forma puede utilizarla la ciudadanía para definir agendas políticas o eventuales agendas de transformación y cambio, que es el enfoque que tiene en este caso nuestro proyecto. Este enfoque de una ciencia ciudadana social apunta también a que si bien estamos hablando de ciencia ciudadana, de producir un conocimiento que se entienda como científico y que pueda ser compartido en los ámbitos académicos, la idea de que apunte a una transformación o cambio social está asociada a que eventualmente no termine en un paper únicamente o en una publicación académica, sino que efectivamente se discuta cómo ese dato lleva a una transformación, se discuta en qué ámbitos se puede utilizar la evidencia científica para empujar políticas públicas por ejemplo, o discutir las que ya existen con nueva evidencia. En ese sentido, esas son algunas disciplinas con las que hemos trabajado. Pero también del área de química han intervenido en distintas etapas del proyecto; dentro de nuestro centro hay economistas, en mi caso yo estudié ciencia política, una de las participantes del proyecto estudió letras; desde FARN son abogados quienes participan del proyecto. Hay una interdisciplinariedad que por momentos es ardua, pero que también es bastante satisfactoria, porque implica repensar constantemente los problemas de investigación y los marcos de lo que vamos abordando.
NC: Sí, y tener también tener un idioma común. Hay cuestiones que hay que empezar a charlar, como cuestiones básicas de unificar y después poder discutir los temas. La verdad que es súper interesante y siempre desde las universidades uno siempre se plantea esto, ¿lo que se está haciendo académicamente tiene impacto sobre la sociedad? Y esta propuesta de ciencia ciudadana Social realmente apunta a una transformación. La última pregunta: si hay personas interesadas en avanzar con un proyecto de ciencia ciudadana, ¿cómo podrían hacerlo?
GA: Puedo empezar por la experiencia más personal, de nuestro proyecto. La manera de encarar el inicio fue identificar cuáles eran los actores de organizaciones. Es en general el primer paso que damos, identificar organizaciones o grupos comunitarios que acompañen el tema que aparezca como problemático porque no está siendo abordado por la política pública o porque la forma en la que se hace todavía no resuelve algunas de las dimensiones de esa problemática, y establecer contactos. Muchas veces hay que entender que es un proceso que puede llevar tiempo y discusiones que son muy ricas, pero que hay que estar dispuesto a tenerlas. Muchas veces, estos proyectos involucran actividades que no son las actividades tradicionales de un investigador; eso también contribuye con el potencial también innovador. Entonces, un primer paso es acercarse a esas organizaciones que puedan estar movilizando también información científica o evidencia científica para producir transformaciones.
Y en segunda instancia, creo que hay un montón de recursos a nivel internacional, porque desde hace más de una década que la ciencia ciudadana está generando sus propios ámbitos institucionales. Entonces hay un montón de recursos disponibles en portales, sobre todo de asociaciones que promueven la ciencia ciudadana en Estados Unidos, en Europa, en Australia e incluso de América Latina. Se ha formado hace ya varios años una red iberoamericana, RICAP, que el enfoque que tiene es hacia la promoción de la investigación y la ciencia participativa. En todos estos espacios siempre se puede uno vincular temáticamente con determinada gente, con proyectos que ya tengan alguna alguna trayectoria. Esta gente puede brindar desde recursos como toolkits, donde entender de qué manera o qué metodologías se pueden usar en cada etapa de investigación para generar esta apertura y colaboración, hasta la lectura de casos, como para entender cuáles han sido los obstáculos y los desafíos que uno tiene que empezar a considerar en estas formas de investigar.
Pero también la recomendación es buscar estos proyectos que a nivel local lleven un par de años empujando este enfoque, porque obviamente las condiciones locales también hacen a las formas de investigar distintas, y a los contextos en los que esa producción de conocimiento se puede desarrollar. Entonces ahí la invitación, además de recomendación, es a sumarse al Tercer Congreso de Ciencia Abierta y Ciudadana de Argentina, que se va a estar desarrollando los primeros días de diciembre. Y a seguir de cerca otra iniciativa que tiene algunos meses ya de desarrollo, y próximamente va a haber novedades, que es un convenio entre el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y el PNUD, que hicieron un mapeo de varias iniciativas de Ciencia Ciudadana en Argentina2. La recomendación también es a seguir de cerca esos proyectos, para estar en contacto, porque la clave de estos enfoques nuevos es hacer red y entender cuáles son las herramientas disponibles. Por supuesto están a disposición las experiencias de CENIT y de CoAct y las otras acciones que se están desarrollando en esta red global, que incluyen no solo la problemática de justicia ambiental que abordamos nosotros, sino también salud mental, cuestiones de género y empleo juvenil.
Notas al pie
- Desde CENIT se investigó el trabajo previo de FARN en el desarrollo de la plataforma QPR y la producción de datos ciudadanos, y el impacto que esta acción tuvo problemática de la Cuenca Matanza Riachuelo. Ver https://civicus.org/thedatashift/wp-content/uploads/2016/05/CGD-impact-report-Argentina.pdf
- Los resultados del mapeo se presentaron el 12 de noviembre de 2021. Ver https://www.youtube.com/watch?v=YMn6Ll2dW38